Es una tortuga, mide 80 metros de altura, lanza bolas de fuego por su boca y es capaz de volar... Obviamente hablamos de Gamera, el gran rival de Godzilla en el mundo del kaiju eiga y uno de los representantes más icónicos del genero, con un buen número de fans a sus espaldas. Fue desde el comienzo un producto explotation respecto a Godzilla, pero con la honestidad suficiente por parte de sus creadores en la productora Daiei como para no ocultarlo y llegar a desarrollar una serie de películas con características propias (que no necesariamente positivas). La mejor manera de hacer entender a alguien que no sepa mucho de estos bicharracos la relación entre dos rivales comerciales como Godzilla y Gamera es equipararla a la que se da entre series como Star Trek y Babylon 5 a todos los niveles, por citar un ejemplo muy reconocible de rivalidad entre fans (Star Trek/Star Wars o Marvel/DC también serían arquetipos reconocibles del asunto)
La carrera de la tortuga gigante se inicia en 1965 y no deja de ser la historia de una decadencia. Los avispados de la Daiei ya habían intentado hacerse su huequecito en el mundo del kaiju eiga con películas como La Diosa Ballena (The Whale God / Kujira Gami, 1962). Pero viendo el éxito del Godzilla de la Toho y ansiando obtener unas cuantas ganancias, la Daiei se dio cuenta de que les hacía falta más que nunca un monstruo-icónico que hiciera las veces de estandarte de la compañía. El primer intento fue la inacabada Dai Gunju Nezura, obra del joven director Noriaki Yuasa, que vería como todo su trabajo se iba al traste para ser rápidamente recolocado en un nuevo proyecto que pese a las intenciones de la empresa no acababa de contar con la total confianza de algunos de los directivos. Yuasa se vio luchando contra viento y marea sacando adelante un proyecto con un rodaje cargado de problemas, sobre todo en lo referente a los trajes y los efectos pirotécnicos. Además, Yuasa estuvo poco menos que obligado a solicitar algo de ayuda no oficial de algunos amigos personales que trabajaban en el departamento de efectos especiales de la Toho en lo referente a las miniaturas. Finalmente todo pudo llevarse a cabo y así se estrenó en glorioso blanco y negro en 1965, y la verdad con bastante éxito, Daikaijû Gamera, conocida en EE.UU. como Gamera The Invincible y por estos lares estrenada con un título -El Mundo Bajo el Terror- que recordaba al del primer Godzilla. En la película nos encontramos con un Gamera en un primer momento malvado y destructivo, despertado de su letargo en el Ártico por una explosión atómica (lo de la bestia hibernando en los hielos no deja de recordar a El Monstruo de Tiempos Remotos (The Beast From 20.000 Fathoms, 1953) de Lourié) y que inicia todo un periplo de caos a lo largo de la película hasta que el ejercito nipón consigue conducirlo a un cohete espacial y lanzarlo a la Luna (!) evitando así el caos... Pese a eso, desde un comienzo la tortuga no resulta ni de lejos tan terrorífica como Godzilla y el que en un momento de la película salve a un niño (el cual se pasa el resto del metraje intentando convencernos de las buenas intenciones de la bestia por mucho que esta ande por ahí destruyendo sin ton ni son) es un claro precedente del tono más juvenil que desde un principio impregnará a la saga, que degenerará progresivamente hasta llegar a un infantilismo de lo más casposo.
Al año siguiente nos encontramos ya con la segunda entrega de las aventuras de la tortuga voladora: Los Monstruos del Fin del Mundo (Gamera vs. Barugon / Daikaijû kessen: Gamera tai Barugon, 1966), que es considerada de forma casi unanime como la mejor película de la serie clásica (o serie showa, nomenclatura que comparte con la del Gran G), combinando elementos propios del kaiju eiga y del cine de aventuras clásico, con una ausencia total de niños en papeles protagonistas, siendo el único film de la serie que prescinde del elemento infantil. Esta segunda entrega contó con un presupuesto mucho más alto que el de su predecesora (los directivos ya confiaban plenamente en el tirón en taquilla de la tortuga), siendo dirigida por Shigeo Tanaka en sustitución de un Yuasa relegado a la supervisión de efectos especiales. El monstruo Barugon de esta película muestra ya una de las características propias de Gamera y de las criaturas de la saga: la menor antropomorfización respecto a Godzilla y sus rivales. Esto posibilita la mayor credibilidad de estar ante combates entre bestias gigantescas, sin la aparición de movimientos de lucha libre o algo por el estilo.
Yuasa recupera la dirección (que no dejará durante el resto de la saga) con Gaos, el terror de la noche (Return of the Giant Monsters / Daikaijû kuchu kessan: Gamera tai Gyaosu, 1967), film donde se retoma ese incipiente infantilismo pero no aún en exceso y donde el abaratamiento de costes aún no había hecho excesivo acto de presencia. Una película correcta dentro del canon del género que presenta a ese ave/murciélago nocturno y antropófago conocido como Gaos (o Gyaos) que se convertirá entre los fans de las películas de la tortuga en uno de sus rivales más memorables, lo que quedaría patente en 1995, pero eso es adelantarnos a los hechos.
Viras ataca la tierra (Destroy All Planets / Gamera tai uchu kaijû Bairasu, 1968) marca ya el inicio de la brutal cuesta abajo que acarreará la serie a nivel artístico, que no de taquilla, pues la Daiei no deja de conseguir jugosos ingresos con Gamera. Los elementos infantiles tiran tan bien en taquilla que el mismo Godzilla se verá influenciado por ellos en sus horas más bajas. La película que nos ocupa ya muestra las claves que se seguirán en las demás: Gamera como monstruo benefactor y amigo de los niños (¡capaz de regenerar sus heridas gracias a las canciones infantiles!), enemigos estrambóticos, elementos de la serie Z más casposa (esa que yo solo puedo tolerar a base de risa), alienígenas jocosos, etc... Si esta película ya es poco menos que deleznable, la siguiente “Guirón, guardián del planeta prohibido (Attack of the Monsters / Gamera tai daiakuju Giron, 1969) llevaría la cosa al extremo siendo ya totalmente protagonizada por niños en la que lo único destacable sería ese violento descuartizamiento que recibe el monstruo Gyaos por parte de Guiron. Se comienza ya a abusar de imágenes de stock ya rodadas, consecuencia del brutal abaratamiento de costes.
La cosa sube un poco (poquito) de nivel con Jiger, el señor del mal (Gamera vs. Monster X / Gamera tai Daimaju Caiga, 1970), y es que pese a seguir el infantilismo y el rácano presupuesto (que provoca que a cada entrega el disfraz de Gamera sea más y más risible) la película no se sirve ni de stocks ni de flashbacks y presenta a un rival que si bien no es excesivamente destacable al menos no resulta tan grotesco como sus inmediatos precedentes. A estas alturas la saga ya comienza a declinar económicamente y el estreno en 1971 de Zigra, la amenaza de los océanos (Gamera vs. Zigra / Gamera tai Shinkai kaijû Jigura) marca ya el declive total de la saga y de la tortuga, en lo que es la última muestra de una serie de filmes cuya calidad fue cuesta abajo casi desde el comienzo y cuya formula comercial ya estaba claramente agotada pese a que nueve años después Noriaki Yuasa intentaría un relanzamiento con Supermonster Gamera (Uchu kaijû Gamera, 1980), un producto poco menos que de vergüenza ajena y calidad nula fundamentado en fusilar escenas ya rodadas de filmes anteriores y realmente intragable... el último clavo en el ataúd de la tortuga de Daiei.
Se iniciaría así un largo periodo de nada menos que quince años de auténtico letargo para Gamera, durante los cuales el mundo asistirá al resurgir de su gran rival e indiscutible Rey de los Monstruos allá por 1985 y a los crecientes rumores de un crossover entre los dos titanes que nunca se llevará a cabo. Será entre 1993 y 1994 cuando la Daiei decide recuperar al viejo caballo de batalla con un proyecto de alto presupuesto pero titubeante, encabezado por un joven director de calidad reconocida en sus trabajos previos pero totalmente novato en el género del kaiju eiga, y que verá la luz en 1995 coincidiendo con la muerte de su rival de la Toho en Godzilla vs. Destoroyah.
Los fans no tenían muy claro que esperar (alguno se debía temer lo peor con ese teaser trailer donde el nombre de Gamera es coreado por voces infantiles) pero la Daiei prometía algo grande... y cumplió, pero de eso ya hablaremos en la siguiente entrega.
La carrera de la tortuga gigante se inicia en 1965 y no deja de ser la historia de una decadencia. Los avispados de la Daiei ya habían intentado hacerse su huequecito en el mundo del kaiju eiga con películas como La Diosa Ballena (The Whale God / Kujira Gami, 1962). Pero viendo el éxito del Godzilla de la Toho y ansiando obtener unas cuantas ganancias, la Daiei se dio cuenta de que les hacía falta más que nunca un monstruo-icónico que hiciera las veces de estandarte de la compañía. El primer intento fue la inacabada Dai Gunju Nezura, obra del joven director Noriaki Yuasa, que vería como todo su trabajo se iba al traste para ser rápidamente recolocado en un nuevo proyecto que pese a las intenciones de la empresa no acababa de contar con la total confianza de algunos de los directivos. Yuasa se vio luchando contra viento y marea sacando adelante un proyecto con un rodaje cargado de problemas, sobre todo en lo referente a los trajes y los efectos pirotécnicos. Además, Yuasa estuvo poco menos que obligado a solicitar algo de ayuda no oficial de algunos amigos personales que trabajaban en el departamento de efectos especiales de la Toho en lo referente a las miniaturas. Finalmente todo pudo llevarse a cabo y así se estrenó en glorioso blanco y negro en 1965, y la verdad con bastante éxito, Daikaijû Gamera, conocida en EE.UU. como Gamera The Invincible y por estos lares estrenada con un título -El Mundo Bajo el Terror- que recordaba al del primer Godzilla. En la película nos encontramos con un Gamera en un primer momento malvado y destructivo, despertado de su letargo en el Ártico por una explosión atómica (lo de la bestia hibernando en los hielos no deja de recordar a El Monstruo de Tiempos Remotos (The Beast From 20.000 Fathoms, 1953) de Lourié) y que inicia todo un periplo de caos a lo largo de la película hasta que el ejercito nipón consigue conducirlo a un cohete espacial y lanzarlo a la Luna (!) evitando así el caos... Pese a eso, desde un comienzo la tortuga no resulta ni de lejos tan terrorífica como Godzilla y el que en un momento de la película salve a un niño (el cual se pasa el resto del metraje intentando convencernos de las buenas intenciones de la bestia por mucho que esta ande por ahí destruyendo sin ton ni son) es un claro precedente del tono más juvenil que desde un principio impregnará a la saga, que degenerará progresivamente hasta llegar a un infantilismo de lo más casposo.
Al año siguiente nos encontramos ya con la segunda entrega de las aventuras de la tortuga voladora: Los Monstruos del Fin del Mundo (Gamera vs. Barugon / Daikaijû kessen: Gamera tai Barugon, 1966), que es considerada de forma casi unanime como la mejor película de la serie clásica (o serie showa, nomenclatura que comparte con la del Gran G), combinando elementos propios del kaiju eiga y del cine de aventuras clásico, con una ausencia total de niños en papeles protagonistas, siendo el único film de la serie que prescinde del elemento infantil. Esta segunda entrega contó con un presupuesto mucho más alto que el de su predecesora (los directivos ya confiaban plenamente en el tirón en taquilla de la tortuga), siendo dirigida por Shigeo Tanaka en sustitución de un Yuasa relegado a la supervisión de efectos especiales. El monstruo Barugon de esta película muestra ya una de las características propias de Gamera y de las criaturas de la saga: la menor antropomorfización respecto a Godzilla y sus rivales. Esto posibilita la mayor credibilidad de estar ante combates entre bestias gigantescas, sin la aparición de movimientos de lucha libre o algo por el estilo.
Yuasa recupera la dirección (que no dejará durante el resto de la saga) con Gaos, el terror de la noche (Return of the Giant Monsters / Daikaijû kuchu kessan: Gamera tai Gyaosu, 1967), film donde se retoma ese incipiente infantilismo pero no aún en exceso y donde el abaratamiento de costes aún no había hecho excesivo acto de presencia. Una película correcta dentro del canon del género que presenta a ese ave/murciélago nocturno y antropófago conocido como Gaos (o Gyaos) que se convertirá entre los fans de las películas de la tortuga en uno de sus rivales más memorables, lo que quedaría patente en 1995, pero eso es adelantarnos a los hechos.
Viras ataca la tierra (Destroy All Planets / Gamera tai uchu kaijû Bairasu, 1968) marca ya el inicio de la brutal cuesta abajo que acarreará la serie a nivel artístico, que no de taquilla, pues la Daiei no deja de conseguir jugosos ingresos con Gamera. Los elementos infantiles tiran tan bien en taquilla que el mismo Godzilla se verá influenciado por ellos en sus horas más bajas. La película que nos ocupa ya muestra las claves que se seguirán en las demás: Gamera como monstruo benefactor y amigo de los niños (¡capaz de regenerar sus heridas gracias a las canciones infantiles!), enemigos estrambóticos, elementos de la serie Z más casposa (esa que yo solo puedo tolerar a base de risa), alienígenas jocosos, etc... Si esta película ya es poco menos que deleznable, la siguiente “Guirón, guardián del planeta prohibido (Attack of the Monsters / Gamera tai daiakuju Giron, 1969) llevaría la cosa al extremo siendo ya totalmente protagonizada por niños en la que lo único destacable sería ese violento descuartizamiento que recibe el monstruo Gyaos por parte de Guiron. Se comienza ya a abusar de imágenes de stock ya rodadas, consecuencia del brutal abaratamiento de costes.
La cosa sube un poco (poquito) de nivel con Jiger, el señor del mal (Gamera vs. Monster X / Gamera tai Daimaju Caiga, 1970), y es que pese a seguir el infantilismo y el rácano presupuesto (que provoca que a cada entrega el disfraz de Gamera sea más y más risible) la película no se sirve ni de stocks ni de flashbacks y presenta a un rival que si bien no es excesivamente destacable al menos no resulta tan grotesco como sus inmediatos precedentes. A estas alturas la saga ya comienza a declinar económicamente y el estreno en 1971 de Zigra, la amenaza de los océanos (Gamera vs. Zigra / Gamera tai Shinkai kaijû Jigura) marca ya el declive total de la saga y de la tortuga, en lo que es la última muestra de una serie de filmes cuya calidad fue cuesta abajo casi desde el comienzo y cuya formula comercial ya estaba claramente agotada pese a que nueve años después Noriaki Yuasa intentaría un relanzamiento con Supermonster Gamera (Uchu kaijû Gamera, 1980), un producto poco menos que de vergüenza ajena y calidad nula fundamentado en fusilar escenas ya rodadas de filmes anteriores y realmente intragable... el último clavo en el ataúd de la tortuga de Daiei.
Se iniciaría así un largo periodo de nada menos que quince años de auténtico letargo para Gamera, durante los cuales el mundo asistirá al resurgir de su gran rival e indiscutible Rey de los Monstruos allá por 1985 y a los crecientes rumores de un crossover entre los dos titanes que nunca se llevará a cabo. Será entre 1993 y 1994 cuando la Daiei decide recuperar al viejo caballo de batalla con un proyecto de alto presupuesto pero titubeante, encabezado por un joven director de calidad reconocida en sus trabajos previos pero totalmente novato en el género del kaiju eiga, y que verá la luz en 1995 coincidiendo con la muerte de su rival de la Toho en Godzilla vs. Destoroyah.
Los fans no tenían muy claro que esperar (alguno se debía temer lo peor con ese teaser trailer donde el nombre de Gamera es coreado por voces infantiles) pero la Daiei prometía algo grande... y cumplió, pero de eso ya hablaremos en la siguiente entrega.
¡CURRO!
ResponderEliminarY luego soy yo la de los articulos de revista!:D
Realmente te lo has currado, sí señor. Aunque ya lo digo, a mí los monstruos japoneses, como que no me atraen. Pero ha sido un gran trabajo. :D
ResponderEliminarBuen post, sí señor. Concreto y al grano. Algún día acabaré con Godzilla y continuaré con Gamera. Pero, buff, tragarme toda su decadencia y esos niños viajando en submarino por su interior. argh. menudo sacrificio!
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