Nacidas como cruel sátira y parodia a costa de unos cómics originales dibujados con el animo de promover el fundamentalismo cristiano y condenar desde el rock’n’roll hasta los juegos de rol con unos razonamientos propios del onanismo mental más recalcitrante (visitar si se atreven para más información www.chick.com) , las historias de Dork Dungeons consiguen crear un universo propio, una suerte de poesía única y personal, que Shimart, su “autor”, imprime con referencias que, por su bien, rezo por que no sean autobiográficas porque entonces estamos apañados (bueno, estaría apañado él).
Pese a su poca cohesión argumental, esta ópera prima ya sentaba las bases para lo que sería “Dork Dungeons II: Saliendo del Armario”, una historia profunda y sensible sobre la codicia en la que se nos revela el secreto del éxito y como hacer dinero: los gráficos molones. Shimart va un paso más allá en esta creación de su universo y penetra (sin dobles sentidos, por favor) aún más hondo en él cual Shyamalan, entrando ya de lleno en un tema tocado en la primera parte pero que en esta se desarrolla ya de forma completa: la efusividad sexual y las orientaciones sexuales ambiguas encarnadas en la figura orejuda de Paco Jones. Todo ello enmarcado en una historia tópica de amor, odio, corrupción y aterradora revelación final. Woah!
"Bububup y sus secuaces, clara representación de los miedos infantiles a los monstruos amorfos de color púrpura"
Llegamos de esta forma a la tercera y más incomprendida parte de la saga. “Dork Dungeons 3: Dr. Shim’s How the Mutant Stole Christmas” es ante todo un experimento de delirancia visual digno de un Kubrick o de un Lynch fumado hasta las cejas en el que la historia es lo que menos cuenta. Así, Shimart nos brinda un relato navideño de buenos contra malos, simple y predecible, incluida la gran intervención final del Hombre de los Calzoncillos Rojos. Pese a eso, no deja de lado su personal visión del mundo, y podemos encontrar toda clase de deliciosas segundas lecturas en la figura del villano Bububup y sus secuaces, clara representación de los miedos infantiles a los monstruos amorfos de color púrpura ¿Quién no ha tenido miedo de un monstruo amorfo de color púrpura? A su vez, el final de la historia remite al de “Casablanca”, si bien con connotaciones harto distintas y mucho más cercanas al espíritu de la obra que nos ocupa.
"Ni siquiera autores como Kurosawa han alcanzado tal grado de épica"
En “Dork Dungeons IV: Avada Kedavra, Gilipollas” volvemos a los orígenes en la que es hasta la fecha la entrega más desarrollada y en la que el estilo Shimartiano se presenta más depurado. Con un punto de partida claro homenaje a “El Exorcista” y “Harry Potter” y que irónicamente no acaba derivando en un producto de terror cercano al giallo italiano, como era de esperar. No, esta cuarta entrega nos cuenta una épica y hermosa historia de amor, odio y celos en la que se reafirman una vez más los puntos de vista del autor plenamente desarrollados en la segunda entrega. La épica se vuelve incontenible y grandiosa en una escena concreta que queda marcada a fuego en la retina del lector, en la que un desesperado Rey Trufus XXXIV se da cuenta de su perdida, resumida en una única y poética frase: “¡Ahí va, los Donuts!” Ni siquiera autores como Kurosawa han alcanzado tal grado de épica.
Y finalmente llegamos hasta la última e irregular entrega de la saga, “Dork Dungeons V: Ala Mierda”. En comparación con su inmediata predecesora, esta quinta entrega se revela como un producto menor y claramente descompensado. El autor no puede evitar caer en los excesos, y las referencias procreativo-sexuales dignas del fallecido Russ Meyer o de un desatado Almodóvar eclipsan en ocasiones el sanísimo sentido del absurdo Pythoniano de sus precedentes. Pese a eso nos encontramos con historias secundarias llenas de vida, desde la desgarradora historia de la nación Un Soplapollas Asnal hasta la épica narración de la vida y obra de Apapucio. Pero el principal defecto de “Dork Dungeons V” es el irremisible hecho de que el autor se ha vendido al comercialismo más descarado insertándose anuncios y referencias publicitarias en la saga.
Así nos deja a la espera de un futuro y más que posible “Dork Dungeons VI” en el que esperamos no se repitan los errores de esta última y descafeinada entrega y volvamos a alcanzar la cota de grandeza marcada por las entregas II e IV, a ser posible con la lírica visual que destilaba la entrega III pese a su vacuo contenido.
Y si a estas alturas no os habéis dado cuenta de que esto no es más que sano cachondeo revisad vuestro encefalograma. Y si alguien de Chick Publications lee esto y se siente ofendido... erm... ¡Cómete una magdalena, tío ridículo!
Vaya, vaya, el señor Kraken tiene un blog... Pues nada, toca visitarlo.
ResponderEliminarRespecto al post, interesante disertación sobre las Dork Dungeons (Atreides no dejará de decir que mis neuronas se resecarán si leo eso xD), descubriendo todos los entresijos de las paranoias de Shimart (y más). Es bueno recordar grandes momentos como el olvido de los donuts, la foto del presidente de USA (Un Soplapollas Asnal, por supuesto) o cualquiera donde salga el GENIAL! Paco Jones.
Como comentario final, yo de mayor quiero hacer gráficos molones.
Dios mío, he creado un monstruo...
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