La palabra cyborg se forma a partir de las palabras inglesas Cyber(netics) Organism (organismo cibernético) y se utiliza para designar una criatura medio orgánica y medio mecánica, generalmente con la intención de mejorar las capacidades del organismo utilizando tecnología artificial.
http://es.wikipedia.org/wiki/Cyborg
A día de hoy vivimos rodeados de cyborgs. Si, en serio, solo tenéis que fijaros en cualquier persona que use alguna clase de prótesis o un marcapasos... entran de lleno en esa definición. Claro que los cyborgs en la literatura y el cine siempre han ido mucho más allá de eso, como podremos observar en el que es uno de los máximos exponentes de la materia: Alex J. Murphy, a.k.a RoboCop.
RoboCop se estrenó en 1987, en esa década de los 80 que tantas joyas nos dejó en el género fantástico, de las cuales esta película es una de sus representantes. De la mano del productor
Joe Davidson y los guionistas
Edward Neumeier y
Michael Miner comenzó a gestarse un personaje que, según comentarios de la edición en DVD y otras fuentes, debe gran parte de su origen a dos influencias primarias: Por una parte, los héroes del
tokusatsu japonés, el
sentai, con representantes como los
Kamen Rider,
Winspector, etc... Otra influencia más o menos admitida es la del personaje de la
Marvel Cómics Iron Man (el cual tiene un cameo en la película, en un cómic que vemos fugazmente en una tienda que es atracada). El director que finalmente llevaría a buen puerto sería un
Paul Verhoeven para el que esta película era su segunda producción en los USA. Cuenta la leyenda que tras una primera lectura al guión lo tiró a la basura, y que sería su esposa, tras leerlo, quien le convencería de dirigir la película, haciéndole ver las posibles segundas lecturas de la historia. La trama nos sitúa en un futuro próximo y distópico, en una ciudad de
Detroit marcada por la criminalidad, el control corportativo sobre la ciudad (lo que será uno de los temas recurrentes de la saga), etc... Ese control corporativo queda patente en la
OCP, la mayor industria de la ciudad, contratada por el ayuntamiento para hacerse cargo de las fuerzas policiales y mejorar su efectividad, lo cual acabará llevando a una privatización de la policía (lo cual a la mayoría de agentes tampoco les hace mucha gracia). La
OCP creará a los
ED-209 (enormes droides de vigilancia y ataque), proyecto personal del vicepresidente de la compañía,
Dick Jones, que resultan un fallo, lo que cual abre las puertas a la propuesta de un joven ejecutivo: la creación de
RoboCop. Todo ello al mismo tiempo que un agente y padre de familia ejemplar,
Alex Murphy (interpretado por
Peter Weller), es asesinado en acto de servicio por la banda de
Clarence Boddicker, un peligroso y conocido delincuente que para colmo, hace favorcillos a
Jones, vicepresidente de la
OCP, de cuando en cuando.
Las bases están sentadas,
Murphy, o mejor dicho lo que queda de él, será la base de
RoboCop, el nuevo cyborg policial, que guiado por una serie de directrices comenzará a combatir el crimen en
Detroit con considerable éxito. Las cosas no tardan en complicarse cuando la antigua personalidad y recuerdos de
Murphy comienzan a resurgir, empujándolo a buscar a los responsables de su ‘muerte’, al tiempo que se ve envuelto en los juegos sucios de la
OCP... la película a partir de ese momento deriva en dos vertientes claras. Por un lado es una historia de venganza, pero por otro una búsqueda de una humanidad perdida que al menos el personaje consigue recuperar en parte, como mínimo vuelve a ser consciente de su identidad, y eso siempre es un primer paso, tal y como remarca el final de la película, donde al pronunciar su nombre, al reconocerse a si mismo como
Murphy de nuevo (en un momento anterior del film había hablado de
Murphy como otra persona) reafirma su naturaleza de individuo, y no como una manufactura andante de carne, metal y programación.
RoboCop es en ese aspecto un film de ciencia-ficción y acción donde se tocan una serie de hechos de forma más o menos directa, pero todos ellos correctamente supeditados a la trama principal y al espectáculo, pues ante todo nos encontramos con una muestra de puro entretenimiento, eso si, con sus buenas dosis de violencia, uno de los toques de
Verhoeven, que en principio tenía pensado hacer la película aún más dura de lo que es, pero el temor a una clasificación de la película como ‘X’ por su alta violencia (lo cual la condenaría a taquilla reducida y a sobrevivir malamente en el mercado de video) hizo que se rebajase el contenido hemoglobínico... que aún así sigue siendo alto. En otros aspectos más formales, destacar el buen uso de los FX, puestos al servicio de la historia y no al revés, y la excelente composición de
Basil Poledouris para la BSO del film, con un
main theme reconocible que acaba asociado al personaje.
El éxito de la primera película dejaba claro que no habría que esperar mucho a una secuela. Ya en 1990 nos encontramos con
RoboCop 2, secuela en todo orden, con prácticamente todo el reparto de la original. Pero eso si, cambiando guionistas y director. La dirección corre ahora a cargo de
Irvin Keshnerr (director de
El Imperio Contraataca), y el guión es obra de
Walon Green y
Frank Miller. Mucho he leído sobre la intervención de
Miller en
RoboCop 2 y
3. No puede negarse que el primer film presentaba algunos elementos y recursos que
Miller había usado en más de un cómic (los informativos televisivos como medio narrativo), pero aunque en esta segunda película colaboró en el guión y esbozó la historia, de una forma u otra el resultado final se quedó con los elementos más superficiales de su estilo: excesos y violencia, mucha violencia.
Además, la película pierde mucho del empaque y trasfondo de su predecesora: la violencia resulta ahora más gratuita que en el primer film, todo es mucho más convencional que lo dirigido por
Verhoeven, y aunque se mantiene el trasfondo del control corporativo (vemos a la
OCP prácticamente haciéndose con el control político de la ciudad) perdemos por otra parte el tema del ser humano atrapado en la máquina. La película se centra poco en la humanidad perdida de
Murphy (apenas unos minutos hacia el inicio de la película, centrados en su esposa) y todo acaba derivando en el combate final entre los dos
RoboCop, el segundo de ellos conteniendo el cerebro del villano del film,
Cain, un criminal y traficante de drogas que acaba siendo utilizado por la
OCP. A su vez, el film presenta ciertas incoherencias, siendo una de las más destacadas la referente al niño criminal
Hob, pequeño sádico y asesino al que acabas odiando, con el que los responsables del film intentan hacernos empatizar en el momento de su muerte. Como secuela pues,
RoboCop 2 resulta un film inferior al original en lo referente a su trasfondo y a su narrativa. Por otra parte no deja de resultar un excelente entretenimiento, y es que la película no aburre, presenta un par de buenas ideas en su desarrollo (una empresa ‘comprando’ una ciudad, algo no tan irreal como podríamos pensar viendo como va el mundo), una correcta BSO de
Leonard Rosenman (aunque por desgracia no conserva el tema central de la primera película, que si se recuperaría en la tercera) e interpretaciones por parte de unos actores que cumplen sobradamente (no pueden decir lo mismo muchas otra películas). Aun cuando la respuesta crítica y de los fans de la primera película fue generalmente negativa, el éxito comercial, aunque ni de lejos como el de la primera parte, fue el suficiente para pensar en hacer una película más.
Finalmente, es en 1993 cuando llega el auténtico descalabro de la saga.
RoboCop 3, con dirección y guión de
Fred Dekker, responsable de
El Terror Llama a su Puerta y
Una Pandilla Alucinante, y que desde 1987 no había dirigido ningún largometraje (solo un episodio de
Tales from the Crypt en 1990), una vez más partiendo de ideas de
Frank Miller (que una vez más serán destrozadas y aprovechadas de forma superficial). En su base, la idea de
RoboCop 3 no es mala: el control corporativo de la
OCP se vuelve total (aún estando en bancarrota y siendo absorbida por una corporación japonesa), gente es desalojada de sus casas a la fuerza para construir una nueva
Detroit (
Delta City) por las fuerzas policiales privadas de la compañía (al tiempo que ningunean a la policía de toda la vida) y comienzan a formarse grupos de resistencia clandestina, todo al mismo tiempo que la ciudad sigue siendo un nido de corrupción y criminales. Y
RoboCop en medio de todo, prestando, como era de esperar, apoyo a los sin hogar y oponiéndose de forma directa a sus creadores. Pese a todo eso, el guión está plagadito de incoherencias: algunas de las más destacadas serían el que
Murphy afirme preocuparse por su hijo y familia... pero en ningún momento intenta comprobar como les va, o el que una cría con un viejo portátil sea capaz de reprogramar en segundos a un
ED-209 sin problemas... Todo ello conjuntado con una reducción considerable de la violencia y la mala uva de las precedentes, quedando como resultado un film muy
light (consecuencia directa de la serie de animación y figuras articuladas que convirtieron al personaje en un icono entre la chiquillería), una falta de intensidad en la historia, que se hace aburrida a ratos, y cosas que de tan bizarras que son pueden resultar geniales para algunos o increibles cagadas para otros: si una de vuestras ilusiones en la vida es ver
androides samuráis esta es vuestra película. Ah, y
RoboCop vuela ¿otra referencia a su inspiración en
Iron Man?
RoboCop 3 resulta un film fallido por todas esas cosas y mucho más. El reparto sigue cumpliendo, pero que
Peter Weller ya no interprete a
Murphy se nota (todo lo que se pueda notar con un personaje vestido en armadura del que apenas vemos la parte inferior del rostro la mayor parte del tiempo) y que el villano de turno sea a ratos caricaturesco, cosa mala (interpretado por un
John Castle que debía estar poco inspirado... lo suyo fue quedarse en
Yo, Claudio). En resumidas cuentas se trata del enésimo caso en que una secuela más podría haber dado como mínimo un film medianamente potable, pero el resultado final queda muy lejos de eso. A los productores debió dolerles en el alma la pobre taquilla del film: solo cuatro millones de dólares el primer fin de semana... y la recaudación final creo que no pasó de los quince. Con los años se recuperaría un poco en sucesivas ediciones en video y más recientemente en DVD, pero eso no quita que fuese un descalabro.
De todas formas, en contra de lo que pudiese pensarse, esto no fue el fin de la franquicia. En 1994 se estrenaría una serie de televisión con
Richard Eden como
RoboCop. Lo que pudo ser una oportunidad de hacer una serie policíaca y de ciencia-ficción madura se fue al traste al seguir los parámetros de la tercera película, con un
RoboCop light que antes que cargarse al delincuente de turno se dedica a usar medios no letales para noquearlo. No es que tenga nada en contra de esos métodos (los prefiero en la vida real), pero es que contradicen todo lo que definía al personaje en su origen. A eso se añadía una retahíla de villanos pintorescos, una
OCP que más que villanesca era un nido de gilipollas y una relación entre
Murphy y su hijo (que no sabe que el cyborg es su padre) que resultaría de lo más salvable de la serie, junto con su diseño de producción, eso si, muy cuidado, llegando algunos episodios a alcanzar un coste de un millón de dólares, lo que sería el principal motivo de la cancelación de la serie tras veintidós episodios.
RoboCop: The Series como mínimo resultaba entretenida, y desde luego era mejor que la tercera película (y a ratos la segunda).
En 1998 se intentaría sacar mas royalties a costa de una nueva serie de animación del personaje (ya hubiera otra, bastante resultona, en los 80), de título
RoboCop: Alpha Commando. Aunque compartía muchos guionistas de esa serie original, no tiene la mitad de calidad que aquella, centrándose en sus 40 episodios en como
RoboCop, reactivado años después tras permanecer ‘desconectado’, pasa a trabajar con un grupo federal-internacional. Lo más destacado de la serie sería que dos de los principales personajes secundarios tienen como nombres
Miner y
Neumeier, en referencia a los guionistas y creadores originales del personaje.
El último intento que hemos podido ver de recuperar la figura de RoboCop fue de nuevo en la pequeña pantalla, en la miniserie RoboCop: Prime Directives, en el año 2000, conformada por cuatro episodios: Dark Justice, Meltdown, Resurrection y Crash & Burn. El principal objetivo del director Julian Grant era recuperar el tono oscuro y violento de la primera película. Y así, Prime Directives toma el primer film como punto de partida, obviando todos los demás, con un RoboCop que se está quedando obsoleto tras diez años, rozando los pensamientos suicidas, cansado y amargado, en una ciudad de Detroit reconvertida ya en Delta City, y que sigue sometida al control ferreo de la OCP. La aparición de un nuevo cyborg (RoboCable), la activación de un virus y el intento de la OCP de controlar informáticamente la ciudad con el ordenador SAINT (una suerte de Skynet, o eso parece) serán los sucesos que llevaran a RoboCop de vuelta a la primera línea de batalla para mantener a salvo la ciudad. Aunque se consiguió en principio el propósito de recuperar la oscuridad del primer film, los resultados finales fueron irregulares, con actuaciones pobres, un interprete de RoboCop (Page Fletcher) que no acaba de pillar al personaje, y un bajo presupuesto que se hace notar, lo cual acabó dejando en segundo plano cualquiera de las buenas intenciones de la producción.
Podría pasar ahora a hablar del personaje en cómics o videojuegos, pero sería extenderme de mala manera. En cómics lo único realmente destacable, aparte de un crossover con
Terminator, sería la novela gráfica de
Frank Miller que toma como base su primer guión rechazado para
RoboCop 2. A día de hoy corren los rumores en torno al personaje desde que los derechos del mismo han pasado a manos de
Sony Pictures, en lo que podría ser un indicativo de que en esta época de falta de imaginación en
Hollywood no tardemos en encontrarnos con un remake de la primera película. Tiempo al tiempo.