Yo, como lector que acaba de leer las Secret Wars por primera vez, tengo mi propia idea del asunto. No hablaré ahora del origen de todo el embrollo y de la génesis de la maxiserie ya que tendría que remontarme a la línea de muñecos de Mattel y a las ansias de Marvel en general -y Jim Shooter en particular- de hacer la competencia directa a las Crisis en las Tierras Infinitas de la Distinguida Competencia. Así que si me lo permiten, pasaré a hablar de la obra (y aviso de que puede haber SPOILERS)
La impresión general tras la lectura es la de haberse encontrado con un cómic entretenido de correcta factura que no deja de recordar a esas grandes superproducciones cinematográficas cargadas de espectáculo. Y es que las Secret Wars es ante todo espectáculo y entretenimiento (amén de un ejercicio de merchandising) derivado de una sencillísima y simple historia que nos presenta a un puñado de héroes por un lado y a villanos por el otro enfrentados en un combate sin cuartel en un mundo alienígena por obra y gracia de un ser que se autodenomina como El Todopoderoso. La excusa perfecta para ver juntos a algunos de los personajes de más éxito (Spider-Man, Hulk, Vengadores, X-Men) repartiendo estopa, colaborando o enfrentándose entre ellos (algo casi obligatorio en estos crossovers).
Pero a lo largo de la lectura surgen de forma ocasional esas situaciones y hechos que deslucen el resultado final. Por una parte, la historia esta excesivamente alargada, se estira como un chicle, por no mencionar el hecho de que Shooter en el guión hace actuar a muchos personajes de formas considerablemente contradictorias. Un ejemplo claro es el de Lobezno, al que Shooter reduce a ser un buscabroncas camorrista psicótico. Vale que Logan no es un santo precisamente, pero por aquel entonces, en 1984, el personaje ya había madurado lo suficiente gracias a Claremont y Byrne para ser mucho más profundo y versátil de lo que Shooter muestra. Casos similares se producen con otros personajes (Reed Richards, Capitán América, etc...), aunque ya no de forma tan acusada. Otro hecho ciertamente desconcertante es que en buena parte de la trama los miembros de los X-Men presentes en la misma son poco más que unos cero a la izquierda, fomentando la desconfianza de los otros héroes. Respecto a los villanos, nos encontramos con un reparto algo más desigual, con villanos conocidos como Octopus o El Lagarto que están muy fuera de lugar entre tanto berenjenal cósmico y otros de indudable poder pero que no son los primeros en las listas de los más populares, por no mencionar que otros de gran calibre son poco más que humillados, como Ultrón (reducido a simple guardaespaldas del Dr. Muerte) o Kang (al que se borra de un plumazo). Esto nos lleva a hablar del personaje al que Shooter realmente mima en la obra y que se erige como gran némesis: Victor Von Muerte. Un Dr. Muerte asombrado ante el espectáculo cósmico de poder que le rodea, lo cual le inspira humildad pero al mismo tiempo la irrefrenable codicia que le llevará a intentar hacerse primero con el poder de Galactus (el Devorador de Mundos, introducido como villano, algo discutible) y posteriormente con el del Todopoderoso.
A lo largo de la historia nos encontramos con sorpresas (Magneto es situado por El Todopoderoso en el bando de los héroes), sucesos épicos y grandes combates en los que cada héroe tiene su momento de gloria y alguna que otra fumada mental del guionista (la muerte-que-no-es-muerte de La Avispa, el tirarle una montaña encima a los protagonistas...). La historia finalmente no goza de la gran trascendencia para el Universo Marvel que debería haber tenido, en parte porque el dibujo de Mike Zeck, si bien es correcto, se queda corto a la hora de transmitir la grandiosidad y el sentido de maravilla que ciertos momentos hubieran requerido. La misma historia dibujada por el Byrne de la época (por mencionar a alguien) hubiera resultado sin duda mucho más redonda gráficamente hablando. A su vez, muchos de los sucesos que tendrían repercusión en las series regulares de los personajes tampoco serían especialmente drásticos. Únicamente el asunto del traje alienígena de Spider-Man acabaría trayendo auténtica cola varios años después. Otros hechos remarcables son la aparición de una nueva Spider-Woman, el inicio de la perdida de racionalidad de un Hulk controlado por Banner, la recuperación de su forma humana por parte de La Cosa, la unión de Hulka a Los 4 Fantásticos, el poder ver el rostro del Dr. Muerte curado y sin marcas... momentos de mayor o menos importancia pero no de gran repercusión.
Un quiero y no puedo, una disfrutable obra de entretenimiento y espectáculo, plagada de aciertos pero también de errores que pese a su enorme éxito y a ser considerablemente recordada con cariño por un buen número de lectores ha acusado el peso de los años y sin duda lo seguirá acusando. En ese sentido su competidora de DC, las Crisis, ha salido triunfadora sobre estas Guerras Secretas.