Oliver Stone es uno de esos directores de extremos, que bien pueden regalarnos películas geniales que rozan la maestría como
Platoon o
JFK o filmes tremendamente fallidos como
Asesinos Natos o
Un Domingo Cualquiera, junto con películas más que correctas y que sin llegar a los grados de genialidad de sus mejores obras son productos que en términos generales suelen contar con una calidad merecida, si bien gozan de sus pros y contras, como el caso de
Nacido el 4 de Julio,
Nixon o su última aportación,
Alejandro Magno, un film considerablemente por encima de la media de la mayoría de producciones que uno puede encontrarse en la cartelera pero al que le falta ese 'algo' que podría haberlo convertido en una obra maestra.
En los aspectos técnicos, el film es soberbio, grandilocuente, con efectos visuales espectaculares en su justa medida y decorados asombrosos y más que fieles a la Historia. Y es que la verosimilitud histórica de la que hace gala la película es considerablemente alta: puede haber algún errorcillo menor, siempre puede haberlos, pero en términos generales la película es muy fiel al personaje, a
Alejandro y a la época en que le tocó vivir. La historia de su vida está tratada con respeto y si bien cierta parte importante de la misma (su estancia en
Egipto) aparece tremendamente resumida, casi borrada de un plumazo, el resto está tratado con un grado de detalle muy acertado. De todas formas, y aquí es donde aparecen los principales desequilibrios del film,
Stone prefiere centrarse mucho más en los aspectos de la vida personal y la psicología del joven rey de
Macedonia. Así, quien vaya dispuesto a ver un espectáculo de pura épica seguramente saldrá de la sala más que decepcionado ya que en las tres horas de duración del film apenas hay... dos batallas. Dos batallas, eso si, excelentes, sobre todo la de
Gaugamela, culminación de la primera -y mejor- hora de la película, genialmente rodada, con elegancia (ese plano aéreo del vuelo del águila que nos permite ver la disposición de las tropas de
Alejandro y su rival
Darío es precioso y funcional). La segunda batalla que se nos da en presenciar es la que se produce en la
India, mostrando la desigual lucha entre las tropas macedonias y los elefantes, una batalla que acaba derivando en una auténtica masacre y en la que
Stone de deja llevar por ciertos excesos en lo referente a los movimientos de cámara. Algo más que destacar es la genial música compuesta por
Vangelis para el film, que algunos odiaran y otros ensalzaran (me encuentro dentro de este último grupo) y en la que brilla el tema principal de
Alejandro, una de las composiciones mas épicas que he tenido suerte de oir.
Volviendo a su análisis del personaje, el director se esfuerza en mostrar -y lo logra- todas las facetas de un
Alejandro Magno genialmente interpretado por
Colin Farrell , como rey, explorador, conquistador, hijo, esposo, general... a la vez que pretende abarcar su relación con todos los que le rodean, aspecto en que la película resulta algo más fallida, restándole puntos debido al hecho de que gran cantidad de conversaciones de
Alejandro con otros personajes son harto reiterativas (sobre todo aquellas con su madre, una sorprendente y correctísima
Angelina Jolie) y ocasionalmente llegan a cansar. Se da todo mascado, muchas reflexiones, sentimientos, ideas y facetas de la personalidad de los personajes podrían haberse reflejado con gestos, miradas... pero en la película todo se sustenta en las conversaciones y reflexiones por lo que no es de extrañar que en ciertos momentos el espectador puede sentirse levemente hastiado. Este problema se produce a lo largo de todas las dos últimas horas de metraje, en las que se alternan esos momentos de cierto tedio junto con otros simple y llanamente geniales que son una clarísima muestra de lo grandiosa que pudo haber sido la película si se hubieran pulido ciertos detalles narrativos.
En lo referente al apartado actoral como ya he dicho, nos encontramos con un
Colin Farrell simplemente perfecto como
Alejandro Magno, consiguiendo reflejar muchos de los aspectos de la personalidad de tan complejo individuo pese a que en los legendarios arranques de ira y desesperación de los que hacía gala muy de cuando en cuando el personaje, puede parecer algo sobreactuado.
Angelina Jolie aparece en el film hermosa como pocas veces ha estado, dando vida a una
Olimpia manipuladora, ligeramente maquiavélica, enfrentada de forma frontal a su esposo
Filipo, un estimable
Val Kilmer que consigue bordar su breve pero importante papel. Otro miembro destacado del correcto -en general- reparto es
Anthony Hopkins, dando vida a un anciano
Ptolomeo que tiene en la película la función de narrador de la historia, mostrando en unos pocos momentos sus propias ideas y reflexiones en torno a la figura de ese joven hombre que en su fracaso se alzó por encima de los triunfos de muchos otros.
Para rematar, solo hacer cierta observación en lo referente a las duras críticas que el film ha recibido en
EE.UU., la mayoría de ellas sin duda debidas a la manía que se le tiene por esos lares a
Oliver Stone como director habituado a levantar polémica. Y con
Alejandro Magno la ha levantado en cierto modo al tratar el tema de la posible bisexualidad del personaje (algo habitual en los griegos de la época, todo hay que decirlo) con lo que ha conseguido que los sectores ultraconservadores de la sociedad yanki hayan puesto el grito en el cielo ante las muestras de bisexualidad y amor entre
Alejandro y
Hefestión. Muestras de bisexualidad que en la película son mostradas sin un mínimo atisbo de mal gusto, siendo su punto máximo los múltiples abrazos de los que hacen gala los personajes. La verdad, deberían ser muchísimo más criticables las muestras de violencia sexual del rey
Filipo con su esposa
Olimpia o las cruentas escenas de batalla (la sangre abunda, señores), pero claro, ya sabemos que según los dictados de la doble moral de esos sectores críticos uno puede mostrar toda la violencia, hemoglobina y barbaridades que se le ocurran siempre y cuando no se digan tacos, no se hable de homosexualidad o no se enseñe una teta. En fin.
Y como punto y final, los comentarios sorprendidos que pude oír de más de un espectador al oír las referencias a la historia de
Patroclo y
Aquiles como amantes que se mencionan en la película, ante lo cual más de uno susurró en la sala de cine
"¡Pero en Troya decían que eran primos!" pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.