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martes, diciembre 14, 2004

TAD WILLIAMS (IV): Otherland

Otherland

Permitidme que ‘plagie’ la frase promocional de Matrix para referirme a la obra que vamos a tratar: No se puede explicar que es Otherland, tienes que leerlo.

Claro que yo intentaré, en mi vana presunción, al menos dejar claro de que va la idea. Otherland es, hasta la fecha, el último gran trabajo de Williams. Tras Añoranzas y Pesares se repitió en cierta medida lo mismo que ocurrió con el éxito de La Canción de Cazarrabo: La gente quería más de lo mismo, quería más Osten Ard, más épica. Y como en la otra ocasión, el bueno de Tad volvió a darles con un canto en los dientes.

Puedo imaginarme la sorpresa (sorpresa que yo no viví, estaba sobre aviso) de los lectores al encontrarse con ese primer volumen de llamativo título, La Ciudad de la Sombra Dorada (1998), abrirlo y comenzar la lectura... y encontrarse con nuestra vieja Tierra, primero con un momento en plena Segunda Guerra Mundial que finaliza de forma onírica, surreal y terrorífica para luego saltar a Sudáfrica, en un futuro relativamente próximo y considerablemente problemático en según que partes del mundo (impagable los cortes de noticias internacionales que abren cada capítulo poniéndonos en situación) en el cual gran parte de la población se pasa el tiempo enganchada a la red de realidad virtual. Si, de sithas, espadas y épica saltamos a una obra que bebe del cyberpunk. Cyberpunk, si, pero con matizaciones, muchas matizaciones. A decir verdad, la realidad virtual es usada por Williams como un simple recurso. La novela gira en torno a ella, pero que no se asusten los profanos, pues el autor no entra en complejidades técnicas ni pretende construir una obra con un argumento propio de novela negra (si bien conserva elementos menores). Al primer volumen lo seguirían Río de Fuego Azul (1998), La Montaña de Cristal Negro (1999) y Mar de Luz Plateada (2001), éste último aún inédito en nuestro país (¡porca miseria!)

La Ciudad de la Sombra Dorada

Williams se sirve de la realidad virtual como herramienta para la creación de toda clase de mundos fantásticos, unos más detallados que otros, más reales que otros, donde cada persona puede aparecer encarnada con el simuloide que prefiera, ya como miembro del sexo opuesto, o como animal, u objeto aparentemente inanimado... incluso uno puede pasearse por ahí convertido en una pintura abstracta... siempre que tu equipo de conexión lo permita, pues los hay de distintos grados de detalle, realismo, etc... Es en esa realidad virtual donde se internan los protagonistas principales, Renie y !Xabbu (no, no está mal escrito), profesora universitaria y alumno bosquimano (uno de los últimos) respectivamente, que comienzan a indagar en los dos mundos, real y virtual, los sucesos que han provocado el coma del hermano menor de Renie y de millones de niños en todo el mundo. Su investigación les pone en peligro, a ellos y a los que les rodean, y los llevará a enfrentarse a una poderosa organización, la Hermandad del Grial, que guarda un oscuro secreto: la red Otherland, el compendio de mundos virtuales más perfectos jamás creados en los que unos locos poderosos pretenden fijar sus consciencias para prescindir de sus cuerpos físicos y poder ser inmortales y vivir como dioses en sus parcelas virtuales, a costa de lo que sea. Renie y muchos otros que han seguido caminos paralelos al suyo, se verán aprisionados en esa red, de la que no pueden salir, envueltos en una odisea virtual que los llevará a enfrentarse con los responsables.

A priori esa es la base de la trama... trama que Williams complica asombrosamente, cruzando distintas historias, personajes enigmáticos a más no poder cuya relación con Otherland está inicialmente poco clara (fantástico ese Ulises virtual y amnésico que es Paul Jonas), toda clase de cabos y elementos arguméntales que van encajando poco a poco formando un enorme retablo narrativo con una historia que comienza como una conspiración pero que poco a poco va cobrando tintes apocalípticos, una historia donde Williams deja fluir su lado más oscuro como escritor, con algunos turbadores momentos dignos de un Stephen King de lo más inspirado. Puede achacársele, al igual que a Añoranzas y Pesares, cierta lentitud narrativa ocasional, pero solo por ver las geniales caracterizaciones de los personajes y poder apreciar todos los detalles de ese sinfín de mundos virtuales vale la pena. Cabe mencionar también como Williams se sirve de los mundos virtuales para homenajear toda clase de obras. Ese País Medio, un enorme rpg virtual que recuerda a SDLA o a D&D (y no es la única referencia a la obra de Tolkien y similares) o algunos de los mundos que atraviesan Paul Jonas o los demás personajes: desde homenajes (y corrupciones siniestras al servicio de la trama) al Marte de Burroughs, a Alicia en el País de las Maravillas, La Guerra de los Mundos, El Mago de Oz, los cartoons animados, las obras de Homero, etc...

Río de Fuego Azul

En resumen, una obra en la que Williams se arriesga, intentando innovar a partir de elementos ya muy mascados, y consiguiéndolo en parte. Porque esta saga no es algo totalmente nuevo, pero tampoco es algo totalmente viejo. Es un extraño híbrido literario de toda clase de elementos en el que el autor muestra su cariño a toda clase de obras y elementos de sus predecesores, poniéndolos al servicio de una trama oscura e inquietante en la que cuesta mucho ver atisbos de final feliz.

Llegamos así hasta el final de este último post dedicado a Tad Williams y a su obra. Quizá el día que la última entrega de Otherland llegue a España pueda ampliarlo, o quizá tenga que esperar a que lleguen las primeras entregas del nuevo trabajo que ha iniciado en USA y del cual ya lleva un tomo publicado, en una serie de novelas que parece ser un regreso al terreno narrativo épico propio de Añoranzas y Pesares (aunque con otra ambientación, en otro mundo).

lunes, diciembre 13, 2004

TAD WILLIAMS (III): Añoranzas y Pesares: Personajes

Añoranzas y Pesares cuenta con un reparto multitudinario, por lo que me resulta poco más que imposible dar cuenta de todos aquellos que desfilan por las páginas de la narración. De esta forma, me limito a reseñar a los más importantes para la trama, es decir, los ‘peces gordos’ argumentalmente hablando... No están todos los que son pero si son todos los que están.

Simón (Seomán): Protagonista casi absoluto en torno al cual giran muchos de los más importantes sucesos de la historia. En Simón se centran prácticamente todos los tópicos propios del ‘heroe accidental’ de la fantasía heroica: Es huérfano, de ascendencia poco clara (con cierto secreto la mar de gordo), se ve metido en los acontecimientos de forma casual, en parte por el destino, en parte por sus propias acciones. A lo largo de los cuatro volúmenes de la obra (originalmente tres, el último fue dividido) Simón pasa de adolescente a adulto. Es descrito como un muchacho alto y desgarbado, pelirrojo, no muy despierto, de carácter distraído y con una curiosidad enorme respecto a la historia de la tierra que le rodea. Poco a poco su choque contra el mundo real y cruel al que se verá lanzado irá conformando un carácter que traspasará varias etapas hasta llegar a ser el de un adulto que mantiene algo del atolondramiento del muchacho que fue, pero revestido con cierta madurez y convicción, inclinación al perdón, y ante todo, la capacidad de sacrificarse por los que quiere.

Binabik: Su nombre completo es Binbiniqegabenik. Pertenece al pueblo qanuc de las montañas y es el aprendiz de Ookeqk, el ‘hombre cantor’ (sacerdote, estudioso...) de su pueblo. A lo largo de la narración Binabik se convierte en el mejor amigo y gran compañero de Simón y en parte llega a ser una figura fraternal para el muchacho, una suerte de hermano mayor que ayuda al joven a afrontar muchos de los sucesos, situaciones y dilemas en los que se verá envuelto. Como todos los de su pueblo Binabik es de baja estatura (poco más de un metro), robusto y de gran resistencia. A diferencia de sus congéneres no utiliza a los carneros de las montañas como montura, sino a una loba, Qantaqa.

Miriamele: Hija del Rey Elías y princesa de Osten Ard. Miriamele se presenta como una joven descontenta con muchos aspectos de la vida en la corte, sobre todo la soledad, que no duda en escabullirse haciéndose pasar por doncella o incluso travistiéndose para pasar por un muchacho. Obstinada, tozuda, de carácter fuerte que en realidad oculta más vulnerabilidad de la que querría admitir, Miriamele sigue su propia odisea personal en la novela y al igual que Simón ella también madura, sobre todo por las malas. Desde el principio queda claro que los dos están condenados a entenderse.

Morgenes: Doctor de la corte de Osten Ard y médico del fallecido Rey Juan el Presbítero (padre de Elías y Josua), estudioso, sabio, historiador, alquimista, un poco mago y miembro de la orden de sabios conocida como Liga del Pergamino. Morgenes se convierte en tutor de Simón y marca muchos de los aspectos morales del carácter del joven que guiarán a este tras su muerte. Es uno de los pocos que sabía realmente lo que estaba ocurriendo y muchas de las pistas ocultas que hay en los escritos que deja a Simón tras su muerte servirán de ayuda a nuestros héroes.

Josua: Hijo menor del fallecido Juan el Presbítero, príncipe de Osten Ard, Señor de Naglimund y tío de Miriamele. Josua nos es presentado inicialmente (a través de las impresiones de su padre) como un ser de carácter débil, tortuoso y atormentado. Pero no tarda en revelarse como uno de los personajes de mayor entereza y nobleza de la historia, si bien es cierto que cuenta con una considerable falta de autoestima. Lo último que desearía es convertirse en opositor de su hermano y jefe militar, pero los sucesos lo llevan a ello para hacer frente a la tiranía de Elías y a los poderes oscuros que lo controlan.

Elías: Rey de Osten Ard tras la muerte de su padre. Elías es descrito como alguien de carácter franco, brutal, orgulloso, fuerte, que guarda en su interior un gran dolor y también resentimiento hacia su hermano menor. Se convierte en peón de las fuerzas oscuras que desencadenan el conflicto en toda la tierra de Osten Ard y a lo largo de la narración asistimos a su degradación física y moral, hasta caer de lleno en la locura.

Pyrates: Una víbora hecha hombre. Responsable último de lo sucedido a Elías y de que las nornas y el Señor de la Tormenta inicien sus planes de sometimiento de la humanidad. Su motivación a la hora de servir a tal amo se fundamenta en la búsqueda insaciable de poder y del conocimiento absoluto. Pyrates es extremadamente cruel, amoral, solo se preocupa por si mismo, desprecia a todos los que le rodean y se regocija en el dolor ajeno y en la manipulación a la que somete a muchos de los que están junto a él. Sus tratos con el Señor de la Tormenta le han otorgado una considerable cantidad de poder, por lo cual no se le debe subestimar en ningún aspecto. Por lo que se sabe fue miembro de la Liga del Pergamino en su juventud. Gente como Morgenes y otros miembros aún deben estar tirándose de los pelos.

Jiriki: Miembro del pueblo de los sitha, los inmortales, del cual es príncipe. Es difícil describir su carácter, muy variable y ‘ajeno’ a lo humano, como todos los sitha. Jiriki suele mostrarse más cortés y amable con los mortales que otros miembros de su pueblo, lo cual denota que el príncipe no está dispuesto a dejarse llevar por el resentimiento y que prefiere juzgar a las personas como individuos y no como miembros de un grupo. Entre el y Simón llega a forjarse cierta amistad y respeto mutuos derivados de una deuda de honor: Jiriki le debe la vida al joven.

Aditu: Hermana menor de Jiriki. Su carácter también es difícil de describir, pero podríamos decir que es una sitha de carácter increíblemente extrovertido, muy dada al humor y a los juegos, con cierto aire de inocencia maliciosa y sus buenas dosis de ironía, aunque como todos los de su pueblo deja traslucir ocasionalmente la melancolía por el pasado perdido. Los mortales la fascinan al comprobar las diferencias y parecidos entre ellos y su propio pueblo. Siente una simpatía inmediata por Simón, aunque a veces parece tratarlo más como un animalito simpático que como un muchacho.

Ineluki: El Señor de la Tormenta. La historia de Ineluki es una gran tragedia que ha marcado su puesto como ‘Señor Oscuro’ particular de Osten Ard. Príncipe de los sitha en el pasado, no deseando resignarse a que su pueblo perdiera sus tierras frente a los humanos forjaría de forma antinatural a la espada Jingizu (Dolor), una de las Tres Grandes Espadas en torno a las cuales gira la historia. También sería responsable de la muerte de su propio padre hasta llegar a su propia muerte, tras la cual se convirtió en un ente incorpóreo cargado de odio y que lleva planeando en las sombras junto a las nornas desde tiempos inmemoriales para recuperar el poder perdido y acabar con la humanidad.

Y así llegamos al final, dejando a muchos otros personajes de más o menos importancia en el tintero. Gente como Tiamak, Jarnauga, Sludig, Cadrach, Vorzheva, Leleth, Geloë, Raquel, Deornoth, Strangyeard, Isgrimnur, Sangfugol, Isorn, Maegwin, Eolair, Amerasu, Camaris, Jeremías, Aspitis, Fengbald, Guthwulf, Streawe, Ingen Jegger, etc...

En el próximo (y último) post sobre Williams y su obra toca hablar ya de una historia muy distinta. Una historia de otra tierra.

jueves, diciembre 02, 2004

TAD WILLIAMS (II): Tres Espadas Para Dominarlos a Todos

Simón y la espada Espina

Hay muchas, muchas, pero que muchas sagas de fantasía épica a la sombra de El Señor de los Anillos, sirviéndose de elementos inspirados en la obra de Tolkien (elfos, enanos, etc.) y usando ese mismo esquema de trama argumental del que ya hemos hablado en el anterior post sobre Williams.

¿A que viene esto? Viene a que después de Cazarrabo, Tad Williams se metió de cabeza en un proyecto literario que si no se tenía cuidado contaba con todos los puntos para ser la enésima obra que estuviese a la sombra del SDLA, pero por suerte no fue así. No fue así porque en ningún momento Tad toma elementos propios de Tolkien (bueno, puede que algún elemento aislado si, dada la gran admiración de Tad respecto a la obra del profesor) pero si se apropia de los mismos elementos y tópicos que seguramente inspiraron a Tolkien y que como ya se ha dicho ya encontrábamos en La Canción de Cazarrabo. Tad inició así la escritura de Añoranzas y Pesares cuya primera parte sería publicada en 1988 con el título de El Trono de Huesos de Dragón. Aquellos que se esperaron un segundo Cazarrabo seguramente se llevaron toda una sorpresa, encontrándose una novela de gran extensión, reparto multitudinario e increíblemente variado y con una historia propia de la fantasía épica: enemigo ancestral, objetos de gran poder que deben ser hallados (en concreto, tres espadas de gran importancia), héroe casual, etc. A esta primera entrega la seguirían La Roca del Adios (1990), A través del Nido de Ghants (1993) y La Torre del Ángel Verde (1993), construyendo una obra que a día de hoy quizá no sea tan ‘de culto’ como su cuento gatuno pero que si que cuenta con sus respectivos admiradores y detractores. Es una obra larga, considerablemente larga, bien escrita y construida, pese a pecar de cierta lentitud en su arranque (Williams se explaya a la hora de presentar sus personajes y su entorno con todo lujo de detalles) y de algunas partes que puede suponer un bajón de ritmo en la trama. Por lo demás el resultado es más que excelente, siendo considerada por muchos lectores la Guerra y Paz de la literatura fantástica (puesto que seguramente le arrebate La Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin, obra que espero poder leer un día de estos).

Volviendo de nuevo a las relaciones con el trabajo de Tolkien, he de decir que uno de los principales argumentos de los detractores de A&P es su parecido con SDLA, llegando al extremo de acusar a Williams de plagio por el simple hecho de servirse de los mismos elementos básicos para construir una historia bien distinta. Es como si acusáramos a Tolkien de plagiar El Anillo de los Nibelungos. Y es que el que ciertas personas argumenten que Osten Ard (mundo donde se desarrolla la historia que nos ocupa) es un calco de la Tierra Media es poco más que una desfachatez. Si en algo se inspira (o calca) Osten Ard es en la Europa Medieval: Tenemos un buen número de naciones entre las que podemos reconocer los prototipos de los pueblos centroeuropeos (erkynos), celtas (hernystiros), nórdicos (rimmerios) e incluso una nación ‘mediterranea’ que en el pasado fue el centro de un gran imperio (Nabban)... ¿os suena de algo, no? Si todo eso es un calco de Rohan, Gondor, Bree y la Comarca que baje Dios y lo vea. Y hablando de Dios, la inspiración medieval no solo se limita a los aspectos étnicos o territoriales, sino también a los religiosos, ya que nos encontramos en la novela a toda una religión calcada del cristianismo. Pero claro, en una obra de fantasía no todo tienen que ser seres humanos. Y así nos encontramos a pueblos como los habitantes del Wran, que si bien son humanos, cuentan con un modo de vida radicalmente distinto al de sus congéneres, pasando el día a día en un entorno tan hostil como los pantanos. Al norte, en los puntos más altos y fríos, nos encontramos al pueblo de los Qanuc (Gnomos), seres de baja estatura (tamaño hobbit más o menos), fuertes y robustos, guerreros y cazadores, que recorren las montañas montados sobre carneros (aunque cierto miembro de su pueblo cabalga sobre una loba). Otra cosa son los bukken (cavadores) y los hünen (gigantes), seres salvajes, casi irracionales y dañinos, títeres ideales para el poder oscuro que se desata en la novela. Y finalmente llegamos a los inmortales: Los Sitha y las Nornas.

Los Sitha (también conocidos como Zida’ya, Hijos del Amanecer) llegaron de más allá del mar en un tiempo anterior al hombre, huyendo de una Sombra (¿algún día nos contará Tad esa historia?) que se abatió sobre sus tierras. Durante un tiempo fueron amos y señores en Osten Ard pero poco a poco el crecimiento y expasión de los humanos provocó que se vieran obligados a recluirse en lugares apartados y refugios, sobre todo después de que los hombres descubrieran el hierro, venenoso para los sitha. Hay quien dice que los sitha son a esta obra lo que los elfos a la de Tolkien (y al 90% de las novelas fantástico-heroicas con figuras élficas): si y no. Cierto que en muchos aspectos coinciden (la inmortalidad, su belleza, etc...) pero por lo demás son bien distintos. Con su piel bronceada, su cabello blanco (que suelen teñirse), sus ojos amarillos y zorrunos, la asombrosa flexibilidad y agilidad de su cuerpo, su variada vestimenta para cada ocasión (desde ropa de abrigo a simples taparrabos), su carácter de extrañeza frente a los humanos (para muchos de ellos somos poco más que ‘animales’) que puede abarcar desde la curiosidad y la cordialidad hasta la hostilidad y el resentimiento, etc... Toda una serie de elementos y pequeños detalles que aleja a los sitha del prototipo de elfo tolkienano.

Las Nornas (Hikeda’ya, Hijos de la Nube, conocidas por los pueblos norteños como Zorras Blancas), sus ‘primas’, son en realidad una suerte de familia o clan escindido de los sitha que ha constituido un pueblo aparte, con sus características físicas y culturales propias (aunque comparten lenguaje). Su aspecto físico está marcado por la blancura marmórea de su piel y cabellos, con ojos oscuros en contraste, rostro anguloso y duro, y cierto aire de crueldad innata. Si los sitha en general abogan por desentenderse del dominio humano y recluirse y ocultarse, el pueblo de las nornas se recluye y oculta con la esperanza de algún día poder recuperar el dominio perdido y exterminar a los insolentes mortales que se lo arrebataron y a los que odian enormemente. Es eso lo que lleva a las nornas y a su reina a pactar y ponerse al servicio de Ineluki, Rey de la Tormenta, el ‘enemigo’ de la historia (aunque el verdadero villano como queda claramente reflejado, es el sacerdote Pyrates, su siervo) y desencadenante de todos los sucesos que caen sobre Osten Ard.

Aquí terminamos este, post por el momento. El próximo estará dedicado a los personajes más importantes de Añoranzas y Pesares y al papel que representan en la historia.

lunes, noviembre 22, 2004

TAD WILLIAMS (I): Un gato llamado Cazarrabo.



Este tipo engaña un poco por su apariencia pues aunque no lo parezca es uno de los escritores más interesantes (y me temo que menos conocidos) de la moderna literatura fantástica: Tad Williams. Tad nació en 1957 en San José, California, cursando sus estudios superiores en Berkeley. Durante su juventud pasó una buena temporada saltando de empleo en empleo o alternándolos. Ahí donde le ven el señor Williams ha sido cantante en un grupo de rock, vendedor de calzado, director de una institución financiera, repartidor de periódicos, etc... También fue presentador de un programa radiofónico durante 10 años, ha trabajado en teatro y televisión, ha impartido clases como profesor en la universidad... Desde luego no es una persona que se esté quieta. Era 1985 cuando debutó en el mundo de la literatura con su primera novela, que sorprendió a propios y extraños. Una novela que en muchos aspectos sigue los patrones clásicos de la literatura fantástica post-Tolkien (héroe casual, viaje epopéyico, pruebas y peligros que superar... vamos lo que encontramos en muchas ‘dragonadas’) con la salvedad de que aquí no hay valerosos hobbits (o halflings), ni elfos, ni orcos... solo un buen número de pájaros, ardillas y gatos, sobre todo muchos gatos.

La Canción de Cazarrabo

La Canción de Cazarrabo produce al inicio de su lectura la sensación de estar en un cuento, algo reforzado por el protagonismo de los animales en la obra. Desde el comienzo queda claro que los gatos son los protagonistas, todo gira en torno a ellos y todo la novela, pese a estar narrada en 3ª persona, cuenta con un punto de vista gatuno, y es que desde ese comienzo en el que se nos muestra una suerte de Génesis y cosmogonía en versión felina queda claro a que debemos atenernos. Es una novela por y para gente a la que le gusten los gatos. Si uno es de los que prefieren a los cánidos será mejor que se abstenga porque no es que los perros queden en muy buen lugar (punto de vista gatuno de la historia ¿recordáis?). El hecho de que al comienzo la novela produce la impresión de estar ante una suerte de cuento, una fábula, algo similar a El Hobbit de Tolkien, queda desmentido al finalizar la lectura. Y es que a lo largo de la progresión argumental de la historia el dramatismo derivado de los sucesos en los que se ve envuelto el personaje va en aumento hasta alcanzar un punto de no retorno. Esto también ocurre en El Hobbit tolkienano, pero sin llegar a los extremos de crudeza y elementos terroríficos de los que puede llegar a hacer gala la obra de Williams.

Lo que si queda claro una vez leída la obra es que ésta bebe de los tópicos más propios de la fantasía épica y que con Tolkien quedaron más o menos fijados de forma casi definitiva. No creo que Tad se sirva de estos tópicos por una falta de originalidad, sino más bien por el hecho de que su único objetivo es contar una historia sencilla y eso es en ciertos aspectos ‘contar la historia de siempre’. Es algo similar a esos argumentos del héroe solitario que ayuda a los habitantes de una población (el caballero andante, el ronin, el jinete solitario)... son historias tan viejas como el mundo y que siempre funcionan. Y la historia del héroe envuelto en un gran viaje funciona, desde luego. Solo que en éste caso el héroe es un gato, Fritti Cazarrabo, huérfano como todo buen héroe de fantasía épica (perdió a su madre y a todos sus hermanos), que se mete él solito de cabeza en los problemas al partir en busca de su amiga Pata Suave y que acabará metido en un enfrentamiento con el clásico ser maligno de origen ancestral (el tópico del Mal Antiguo) y capacidades pseudo-divinas que vuelve del mundo de las sombras para vengarse y reinstaurar su poder. La historia de siempre, solo que contada con una frescura y con unos personajes y escenarios tales que parece algo totalmente nuevo. El hecho de que el final sea considerablemente agridulce y abierto, rompiendo algún que otro convencionalismo (no es el protagonista quien salva el día señores, ni se queda con la chica), no hace más que ayudar a ello.

La Canción de Cazarrabo fue un éxito que se vendió bastante bien, cosechó una ración de buenas críticas (aunque también tiene su buen número de detractores) y a día de hoy es prácticamente una obra de culto con toda una legión de admiradores. Admiradores que en su momento seguramente esperaron que Tad prosiguiera el filón con más historias de Cazarrabo y compañía. No tenían ni idea de que el californiano tenía algo muy distinto en mente.

Y grande.